De vez en cuando esbozo una sonrisa, una tan inteligente y veloz que llega, casi imperceptiblemente, unos microsegundos antes que el recuerdo. Un recuerdo que siento que me cuelga del corazón y se hamaca, y pesa tanto, es tan grande, que se hace tangible y cobra vida.
De la nada esa sonrisa es acompañada por un par de lágrimas que le quieren quitar el protagonismo, pero no lo consiguen. Las dos juntas logran volver imagen la perfecta y simétrica combinación entre lo que duele y hace feliz.
No quiero olvidarte, y odio saber que mi condición humana me va a obligar a tarde o temprano dejar de recordar tu voz, los detalles de tu cara, de tu forma de ser. Pero el abrazo tuyo, tuyo, TÚ abrazo, es parte de mí cuando se cuelga de mi corazón y se hamaca. Porque fueron muy pocos para mi gusto, porque de haber sabido que ya no te iba a ver más, hubiera puesto todas mis fuerzas en tratar de sentirlos eternos. Pero a veces las cosas salen justo como tienen que salir, y a veces logramos atesorar con mayor facilidad lo que la vida se encargó que nos cueste conseguir.
Aunque los millones de recuerdos que tengo todavía de vos, y que atesoro y que repito con la esperanza de perpetuarlos en el tiempo, se vayan apelmazando hasta que sólo me quede uno, ese va a ser la combinación de todo lo que necesite cuando te necesite, y va a ser un abrazo. Uno que va al cielo y vuelve cada vez que lo pienso, uno que cobra vida y se cuelga de mi corazón y se hamaca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario